Sobre Menorca
Quienes conocen las cuatro grandes islas de la Comunidad Autónoma Balear suelen coincidir en que cada una es muy diferente. Más tarde, si los conocen desde hace tiempo, también suelen comentar los cambios que ha provocado el desarrollo del turismo de masas. Todas están cambiando, pero la globalización a la que están sometidas no significa que Mallorca haya perdido su esencia ancestral, Eivissa su calidez africana, Formentera su encanto paradisíaco de lugares pequeños y remotos… y Menorca puede ofrecernos algunas de las características anteriores y muchas otras que la hacen aún más especial, si podemos llamarla así.
Hoy en día, podría considerarse como una parte abierta del continente europeo, pero muy sensiblemente anclada en el corazón del Mediterráneo occidental. Sus 700 km2, divididos en ocho regiones, ofrece mucho. La calidad de las playas y calas de Menorca justifica plenamente este uso del tiempo de vacaciones, pero lo que resulta aún más interesante y satisfactorio aquí que en otros destinos es el «todo lo demás» que suele formar parte de los folletos vacacionales tradicionales. Mercados artesanales, fiestas, monumentos prehistóricos, gastronomía local, huellas de la historia en cada esquina… todo invita a disfrutar de la paz, una de las cualidades que se atribuyen a menudo al pueblo de Menorca, un lugar que podría convertirse en un modelo si se alcanzan los objetivos de desarrollo sostenible propuestos hoy.
La isla se acerca a la barrera de los 100.000 habitantes, algo impensable hace cincuenta años, pero está claro que aún está lejos de la pesadilla que supone el crecimiento demográfico. Aunque el número de visitantes casi se duplica estacionalmente, la proporción de zonas rurales sigue siendo muy alta y el disfrute de la naturaleza puede extenderse a las zonas marítimas. La ubicación de las carreteras dificulta la exploración de toda la costa desde tierra, por lo que los viajes en barco de recreo son una alternativa. Por eso, copiar el entusiasmo local por explorar la isla por etapas en barcos familiares es cada vez más popular. También hay muchos buceadores, ya que la belleza del fondo marino se funde perfectamente con el litoral.
Cada vez son más las personas que se sienten atraídas por los lugares de agroturismo abiertos recientemente, que permiten conocer de primera mano el entorno natural casi intacto (la agricultura ha desempeñado un papel fundamental en su conservación hasta ahora), y por la curiosidad de descubrir aspectos de la vida insular que antes estaban ocultos, considerados sin interés para nadie. Entonces todo cambia, como se ha mencionado anteriormente. Probablemente, como debe ser, estos cambios se están produciendo con una clara conciencia de los peligros del abuso medioambiental. Por lo tanto, no es de extrañar que la cálida acogida que se da a los forasteros genere un llamamiento especial al respeto por el medio ambiente, del mismo modo que lo han hecho hasta ahora los lugareños.
Historia de Menorca
La historia de Menorca comparte con las islas vecinas la relación con todos los pueblos marineros del Mediterráneo antiguo, la ocupación de la civilización musulmana, dominante en España hasta la época de los Reyes Católicos (siglo XV), y la conquista y posterior colonización por parte de la Corona catalano-aragonesa. Sin embargo, ya entonces existía un cierto espíritu independiente, y las especiales circunstancias vividas durante el siglo XVIII influyeron mucho en este desarrollo, dotando a la isla de unos rasgos diferenciadores propios que la relegarían a un papel secundario que, en ocasiones, se le ha otorgado.
Cuando los británicos vieron confirmada su presencia por el Tratado de Utrecht (1713), ya llevaban casi cincuenta años utilizando el Puerto de Maó como una de sus principales bases en el Mediterráneo. De hecho, los cambios de nacionalidad en el siglo XVIII (británicos, franceses y españoles se alternaron en el gobierno de la isla) acabaron representando una mejora sustancial tras las agitadas experiencias de los siglos XVI y XVII. A los años de oscurantismo e incertidumbre, con conflictos internos y constantes ataques del exterior protagonizados por piratas de todo tipo, siguieron después epidemias y hambrunas que diezmaron a la población.
A veces se ha dicho que si la impronta de los sucesivos ocupantes en la isla ha perdurado más que en otras latitudes, se debe a la adaptación más o menos pacífica a las costumbres extranjeras. Todavía se conservan topónimos de origen árabe -aparecen a menudo rafal o bini, por ejemplo-, o vocabulario y frases que proceden del inglés. Pero es el mantenimiento de una identidad no exclusiva, a la que se volvía -según el nivel de represión- tras cada toma de soberanía, lo que ha dado a Menorca su fuerza frente a cualquier injerencia. Debilitada por su propia insularidad, cuenta sin embargo con un poder de resistencia extra frente a los contratiempos. En el pasado, fue la sumisión de una sociedad altamente estratificada a las instituciones de autogobierno lo que le permitió mantener su cohesión. También hay que mencionar que, desde su introducción, el uso de la lengua catalana nunca se ha perdido. El catalán es hoy la lengua oficial y más utilizada en toda la región de las Islas Baleares y es un nexo común de unidad e identidad (aunque los cambios de fonética y léxico marcan diferencias entre las islas e incluso entre una comarca y otra). Volviendo a lo reseñado anteriormente, la convivencia entre tropas y civiles de diferentes lenguas, e incluso religiones durante el siglo XVIII tuvo un carácter muy especial porque repercutió positivamente en lo económico. También significó la entrada en Europa, o en el Mundo, como se veía en aquellos tiempos. Tampoco hay que engañarse pensando que estas administraciones resolvieron todos los problemas de orden estructural, pero sí cambiaron el curso de la historia. A pesar de la vuelta, con la administración absolutista española, y a pesar de la consiguiente pérdida de libertad y vuelta a la pobreza, provocando otro de los distintos procesos migratorios -esta vez a Argel y otras ciudades norteafricanas-, el pueblo menorquín no fue, ni sería, una comunidad silenciosa o derrotista.
Cuando, a mediados del siglo XIX, la industrialización permitió una relativa recuperación, los nuevos métodos productivos y la creación de un movimiento obrero se convirtieron en el germen de muchos cambios en el tejido social. El siglo XX se inauguró con un talante auténticamente democrático y progresista, todavía temeroso de los vaivenes de la economía, pero respirando aires de libertad que diferían mucho de las operaciones tiránicas de otras partes.
Quizá por ello, la Guerra Civil española tuvo repercusiones muy dramáticas en la sociedad menorquina. Estos efectos influyeron antes, durante y en una posguerra muy prolongada, que duraría hasta 1977, cuando las elecciones libres, las primeras desde la Segunda República, volvieron a marcar el camino para que la comunidad balear recuperara sus propios órganos de gobierno diferenciados por islas.
Arqueología en Menorca
La presencia de tantos monumentos prehistóricos, de tanta arqueología, en el entorno de Menorca suele sorprender al nuevo visitante. Pero el contacto con algo que pertenece tanto al presente como al pasado lejano cautiva rápidamente a quienes se acercan a ellos y los examinan. Se necesita tiempo para ver todas las excavaciones catalogadas, pero las más importantes son sencillas y muy recomendables, ya que la habilidad de los antiguos habitantes en el uso estructural de la piedra es muy impresionante. La mayoría están bien señalizadas y se comentan en Menorca en vacaciones.
Los expertos sitúan los restos más antiguos en torno al 2500 a.C., pero la serie más destacada corresponde al periodo talayótico. Los asentamientos de esa época perduraron más allá de la colonización romana, llegaron a la Edad Media e incluso se utilizaron para dar cobijo al ganado en tiempos relativamente recientes.
Otros monumentos de épocas pasadas también han llegado hasta nuestros días, como las basílicas paleocristianas de influencia norteafricana (reinado vándalo de Cartago) y de influencia bizantina (Imperio Romano de Oriente). Hay restos de éstas en Son Bou, Illa del Rei, Es Fornàs, Cap des Port de Fornells e Illa d’en Colom.
Es en los monumentos de época prehistórica donde realmente destaca la singularidad de algunos elementos. Se trata de los talayots, o monumentos en forma de torre, situados en el punto más alto de los asentamientos y que parecen mejorar la necesidad de vigilancia constante. En realidad, esconden pequeñas cámaras funerarias. Las pequeñas navetas, llamadas así porque parecen cascos de barco invertidos, se utilizaban como sepulcros y osarios. Por último, están las taules, piedras planas, que se cree que estaban relacionadas con los ritos táuricos y que su sencilla disposición, un bloque transversal toscamente esculpido sobre otro hundido en el suelo -una simple taula o mesa- es de las más espectaculares.
Guía Cultural de Menorca
Piedra y canteras
En el pasado, el marés, la piedra arenisca, cortada en sillares era el material de construcción más utilizado en Menorca. Esta piedra arenosa -de origen marino como su nombre indica- se extraía del mismo terreno en el que se iban a construir las casas, pero la creciente demanda justificó muy pronto la apertura de canteras. Todavía se mantiene la producción en algunas, pero la mayoría de ellas se abandonaron cuando se pudieron utilizar materiales más ligeros. Hoy, una asociación muy trabajadora, Lithica, intenta recuperar y preservar estos recintos únicos abiertos al cielo. Tras la limpieza y la conversión de los espacios en agradables jardines, algunos, como el de S’Hostal (en Ciutadella), ya se pueden visitar, y resultan un excelente escenario para eventos culturales y de ocio.
Fiestas de Sant Joan en Menorca
Ciutadella es sinónimo de Sant Joan, la fiesta. En Menorca, mucha gente asocia estas fiestas con imágenes de majestuosos caballos surcando la multitud, el sonido de la música a todo volumen, las cáscaras de almendra utilizadas para hacer pequeños proyectiles y el lavado de ginebra diario. Hay mucha alegría, mucha energía, un respeto por las señas de identidad y una gran elegancia. Los personajes guardan celosamente las fiestas para preservar su significado original y la liturgia del honor. Los caixers, miembros de la cofradía, visten la ropa que llevaban sus predecesores: pantalones y camisas blancas, pajaritas, botas de caña y frac. También llevan un látigo y una guindola, un sombrero que les da dignidad y les identifica como guardianes de las tradiciones seculares. Siguen con precisión las reglas de los orígenes medievales y representan de forma muy concreta las distintas clases sociales históricas: campesinos, nobles y clérigos.
Los actos comienzan el domingo anterior al 24 de junio, el Diumenge des Be, o Domingo de las Ovejas, cuando las hermosas ovejas recorren las calles de la ciudad, y culminan la noche anterior y durante el Día Santo, cuando los pastores pasean sus caballos por el casco antiguo. El fabioler, tocando su flautita, encabeza la procesión en un burro. El caragol tiene lugar (la espiral que hacen) con repetidos juegos en los que los jinetes tienen que montar sus caballos desde atrás, en una posición inestable llamada fer un bot (ponerse de pie), y la locura continúa hasta el día siguiente, cuando tienen lugar diversas pruebas ecuestres en la plaza de Sant Joan: ensortilles, ses carotes, correr abraçats… Durante dos días, la ciudad palpita sin cesar.
Caballo menorquín
Los caballos menorquines reciben un trato especial en comparación con otros animales de granja. Su excelente aspecto, su nobleza y su papel central en la fiesta los convierten en los reyes del rancho. Esta raza autóctona de caballos llama la atención no sólo por su grueso cuerpo y su característico pelaje negro, sino también por su «dominio de la situación», por así decirlo, ante el ajetreo y la emoción del jaleo. Los jóvenes los golpean, exigen a sus jockeys que hagan la habitual pesada sobre sus patas traseras, y estos maravillosos animales permanecen tranquilos en todo momento. Vestidas con sus mejores galas, parecen saber que todas las miradas están puestas en ellas, y saben que su misión en este mundo es crear una imagen única y expresiva.
La industria del calzado en Menorca
El curtido siempre ha sido una actividad importante en las Baleares, cuando las islas aún estaban bajo la influencia del mundo musulmán, y quizás este fue el inicio del comercio que se desarrolló a partir de él. De hecho, el calzado ha contribuido a escribir la historia reciente de Menorca. El proceso de industrialización, iniciado en el último cuarto del siglo XIX, comenzó precisamente con la apertura de dos fábricas de calzado en Ciutadella. En poco tiempo, casi la mitad de la población activa estaba empleada en este sector. Desde entonces, hasta la aparición del turismo, el calzado fue el producto de exportación más importante. Hoy en día, en un mercado mundial altamente competitivo, se mantienen las excelentes ventas gracias al excepcional diseño y a la experiencia de los artesanos, la mayoría de los cuales proceden de Ciutadella y Alaior. Frente a la producción fabril tradicional, cabe destacar el gran éxito del calzado más sencillo y popular: las inimitables avarques, las partes superiores de cuero de vaca y las suelas de neumáticos de automóvil reciclado, cien por cien peatonales… y cosmopolita porque atraen la atención de la juventud urbana.
Caldereta de langosta de Menorca
La caldereta de langosta menorquina es la especialidad más conocida, que todos mencionarán como el glorioso broche de oro tras una estancia inolvidable. Una sabrosa delicia que se agranda en la memoria por el ritual obligatorio acompañado de la reserva de mesa -si es en pleno agosto- y el paisaje que le da aún más sustancia. La mayoría de las veces, este escenario añadido es el de Fornells, porque fue aquí donde pronto se dieron cuenta de que el plato se convertiría en una importante fuente de ingresos. Antes de convertirse en comida de reyes era el premio que los pescadores se otorgaban a sí mismos en el barco que proveía a su pueblo del suculento crustáceo. Sencillo en su elaboración y simple en su aliño, el plato no esconde más secretos que su principal ingrediente de lujo (preferiblemente una langosta hembra) y el acompañamiento de productos locales (los tomates llamados ferro, hierro, que también son el plato estrella de otro plato popular menorquín, el humilde oliaigo, una sopa de tomate con ajo). En cuanto a los utensilios, la olla de barro es imprescindible para servirlo con finas rebanadas de pan tostado (tradicionalmente pan seco cuando se come en casa). La masiva demanda ha triplicado el número de restaurantes de Fornells especializados en estos platos, pero se puede servir y degustar en buenos restaurantes de toda la isla con total garantía. Otro factor es que esta demanda ha superado el nivel recomendable de captura de langostas y es posible que encuentres el plato marcado en la carta. En cuyo caso tendrá que optar por los guisos de pescado, marisco y langosta libres de prejuicios, que en las manos adecuadas alcanzan niveles igualmente ilustres. Si, por el contrario, está en el menú: ¡disfrútelo!
Vacas y queso en Menorca
Las vacas forman parte indisoluble del paisaje rural de Menorca, al igual que los muros que separan los pastos. Sin embargo, es curioso que apenas se vean ejemplares de la raza considerada autóctona de la isla, bellas bestias de pelaje rojizo. Por suerte, su capacidad lechera ha hecho que los recientes intentos de recuperar la raza hayan prosperado. El queso menorquín se conoce generalmente como queso «de Mahón», a pesar de que se produce en toda la isla. Esto se debe a que tradicionalmente se vendía en el puerto principal de la isla. Sus características y presentación tampoco han cambiado desde entonces. Los quesos enteros, de forma cuadrada y con bordes redondeados, muestran las marcas de las lonas en las que tradicionalmente se envolvían. Tiene denominación de origen desde 1985, aunque su fama se remonta a la Edad Media, cuando los monarcas catalanes se aseguraban de que siempre hubiera un suministro fácil en sus despensas. Se puede comprar suave, medio, madurado o añejo, pero cualquiera de sus variedades complacerá a los paladares más exigentes. Además de ser delicioso por sí solo, también es excelente con frutas frescas (uvas) o confitadas (membrillo) y forma parte de las especialidades culinarias de la isla.
Camí d'en Kane en Menorca
El primer dominio británico de Menorca comenzó con el desembarco de las tropas del general Stanhope en 1708, durante la Guerra de Sucesión española. En aquella época se podía pensar que la presencia británica sería puntual, pero cinco años después su ocupación fue aprobada por el Tratado de Utrecht y los menorquines tuvieron que acostumbrarse a los deseos de sus nuevos gobernantes. En general, respetaron las costumbres y mejoraron las condiciones de vida de la población y, en particular, uno de sus protagonistas ha pasado a la historia como benefactor de la isla y promotor del progreso y la paz. Se trata de Richard Kane, cuya influencia, primero como diputado y luego como gobernador, fue notable hasta su muerte en 1736.
Kane convirtió Maó en una gran base naval y trasladó la capital desde Ciutadella, pero no sin la oposición del clero y la nobleza. También regularizó los censos y estableció normas de control de pesos y medidas, y puso especial énfasis en la mejora de la red de carreteras y en el desarrollo de la agricultura y la ganadería. Un monumento, recientemente trasladado al inicio de la carretera entre Maó y Fornells, a la altura de los Vergers de Sant Joan, le rinde homenaje. Un poco más adelante, a la izquierda, un desvío nos presenta el Camino de Kane, una de sus mayores aportaciones. Este camino, que en su momento fue la principal vía de comunicación de la isla, hoy tiene un papel secundario, pero no por ello deja de tener un gran interés paisajístico. Utilizarla como ruta alternativa en algunos viajes permite descubrir algunos detalles curiosos de este paisaje. También es la base para realizar pequeñas excursiones a la ermita de Binixems, por ejemplo, o a la urbanización de Sa Roca (estos desvíos se encuentran antes y después de llegar al cementerio de Alaior). El hecho de que no sea una carretera rápida hace que también sea una buena ruta para aquellos grupos que se desplacen en bicicleta. Actualmente la recuperación de la carretera termina en el pequeño tramo que sale de Es Mercadal en dirección a Ferreries.
La lagartija menorquina
Las lagartijas, sargantanes en catalán, protagonizan leyendas y canciones en Menorca. Son muy numerosas y hay tantas variedades como islotes repartidos por el litoral (más de 30). Uno de ellos, en la bahía de Fornells, lleva incluso su nombre. Los cambios, sobre todo de coloración, se han producido precisamente por el aislamiento de sus distintos hábitats, con lo que podrían considerarse como el paradigma de lo que, durante muchos años, salvó a Menorca de los grandes cambios que ahora experimenta. Una lagartija muy singular es la que habita en la Illa del Aire, frente a la playa de Punta Prima, en el barrio de Sant Lluís. Es completamente negra y es una especie protegida, lo que hace años dio lugar a algún que otro secuestro, convirtiéndola en la estrella exótica de los terrarios nórdicos. Si tiene la oportunidad de visitar el islote, descubrirá que no tiene que buscarlos. De hecho, se acercarán a ti en grandes grupos en busca de las migajas que puedan caer de un simple bocadillo. Hay que tener en cuenta que se trata de un entorno muy deteriorado que puede afectar a más de una especie (es uno de los escenarios en los que el G.O.B., Grupo Ornitológico Balear, realiza el anillamiento de aves migratorias) y debes mostrar el máximo respeto por él.
Ginebra menorquina
La ginebra debe ser el recuerdo más apreciado por los visitantes para rememorar su estancia en Menorca cuando ya han regresado a casa, o para regalar a los amigos. Esto se debe a que su especial aroma y sabor provocan una asociación inmediata con todo lo relacionado con Menorca. El establecimiento de la producción de ginebra debe remontarse a la época de la primera ocupación británica, pero la destilación de las bayas de enebro no sigue al pie de la letra el patrón de las ginebras inglesas y el resultado es más bien distinto, diferenciable con su propia presentación (se distingue hábilmente por estar embotellada en reproducciones de botellas de cerámica vidriada). Los alambiques de maduración, que aún hoy se pueden ver en los obradores de Xoriguer en el puerto de Maó, juegan un papel fundamental en el proceso. Esta marca se ha hecho muy popular y también se embotella una variedad mezclada con limonada, rebajando su alta graduación alcohólica y que se suele beber en las fiestas que se celebran por toda la isla durante los meses de verano (la famosa pomada o «Menorca Moonshine»). Otra bebida de ginebra muy popular es la pellofa, con una rodaja de limón y un chorrito de soda.
Menorca Flora y Fauna
En el pasado, la vegetación más representativa de Menorca eran los robledales, pero su desaparición parcial ha propiciado el dominio de los pinares y los acebuches, ancestro del olivo en términos genéticos, y que tradicionalmente se ha utilizado para la obtención de madera. Debido a la necesidad de aprovechar al máximo el agua disponible, las especies con hojas impermeables y las perennes dominan sobre las anuales. Las especies que podríamos llamar «domésticas» y que son comunes en todas las Baleares están en declive: el algarrobo, el almendro, la higuera y el olivo. Hay sabinas cerca de las playas y en las zonas húmedas.
En un segundo nivel de vegetación podemos encontrar lentiscos, espino cerval, madroño, brezo, mirto, brezo, retama, enebro, adelfa, zarzamora… y aún más cerca del suelo, plantas liliáceas (como los espárragos silvestres), plantas arum (como la singular bec de frare, «capucha de fraile») y algunas orquídeas curiosas, como las llamadas moscas amarillas y azules, orquídeas «moscas». También podemos ver lirios de playa en las zonas de dunas, stipa blanca y negra en las zonas deforestadas, o juncos gigantes en las partes más húmedas. Los líquenes cubren los lugares rocosos y en las zonas costeras azotadas por el viento comunidades de matorrales espinosos densos y redondeados, llamados socarrells (Launaea cervicornis).
El reino animal está formado, en tierra, por pequeños mamíferos, reptiles, insectos y muchas aves. Entre los primeros destacan las martas, los hurones, las comadrejas, los conejos, los murciélagos, algunas variedades de ratones de campo y el tímido erizo. Entre los reptiles destacan la tortuga mediterránea, los lagartos de pared y algunas serpientes pequeñas y no venenosas.
La población con más peso específico, sin embargo, es la del reino alado: todos los biotopos a los que se puede hacer referencia en la isla tienen su población de aves. Además, a medida que se acerca el verano, llegan desde el Sáhara golondrinas, vencejos, gaviotas de cabeza negra y abejarucos, entre otros. Entre las zonas de gran importancia ornitológica se encuentra la Albufera des Grau, donde además de una gran población sedentaria, acuden cada año miles de aves para reproducirse. Los aficionados a la ornitología pueden avistar en el agua, ya sea en la orilla o entre los juncos, ánades reales, fochas americanas, codornices, carriceros, cigüeñas, somormujos, garcetas, andarríos colilargos, porrones y zarapitos.
También dominan diferentes espacios a lo largo del año las aves depredadoras y carroñeras. La intervención del hombre en los lugares donde anidaban ha reducido seriamente el número de algunas de estas aves de gran envergadura. Es el caso del águila pescadora, el águila calzada e incluso el milano real. No obstante, los halcones, cernícalos, buitres, búhos reales, alimoches y aguiluchos laguneros son fácilmente identificables, al igual que los cárabos y las lechuzas.
Reserva de la Biosfera de Menorca
En 1993 Menorca fue declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO dentro de su programa Hombre y Biosfera. Esta declaración supuso un espaldarazo para quienes defendían un modelo de crecimiento no agresivo con los valores naturales y las zonas de paisaje rural. La Ley de Espacios Naturales, que estipula diferentes niveles de protección para casi la mitad de la región, también confirmó el compromiso de las instituciones de formar parte de esta creciente preocupación medioambiental.
Es evidente que la opinión de los conservacionistas debe ser tenida en cuenta en la ordenación de la comarca y en los programas de urbanismo que, al igual que la supervisión de la actividad del sector turístico y el mantenimiento y promoción del patrimonio histórico, son competencias del Consell Insular de Menorca. En este sentido, el reciente PDS (Plan de Desarrollo Sostenible) debe ser visto como un documento borrador para impulsar el progreso social sin afectar negativamente a estos espacios naturales.
En la misma línea, también se ha legislado sobre el uso del Camí de Cavalls (camino de herradura), una ruta de delimitación histórica muy reivindicada, para que sea posible el acceso controlado a estas zonas y que no se vea afectada la calidad ambiental (sólo una pequeña parte de estos terrenos es de titularidad pública y muchos propietarios cierran sus fincas alegando que el libre acceso produciría efectos nocivos). Hoy, en los albores de un nuevo milenio, la economía menorquina gira inevitablemente en torno a la industria turística, debemos esperar que la sociedad mantenga la cabeza fría, como en otras ocasiones, y sepa administrar su mayor riqueza: el equilibrio medioambiental.